Debido a que hemos escogido para este blog la discapacidad auditiva, lo
primero que haremos será delimitar claramente este concepto, cuestión
totalmente necesaria en la empresa que nos ocupa. Así, para definir la
discapacidad auditiva, tenemos que recurrir necesariamente al C.N.R.E.E (Centro
Nacional de Recursos para la Educación Especial), concretamente en el documento
“Las necesidades educativas especiales del niño con deficiencia auditiva”, en
el que establece la consideración de que sordera, deficiencia auditiva e
hipoacusia se consideran sinónimos en la actualidad, pero en el entorno
educativo se ha creído más práctico hablar de deficiencia auditiva y sordera
como sinónimos, y reservar el término hipoacúsico a aquellos sujetos cuya
audición, aunque deficitaria, es funcional.
De este modo, se establecen 2 grandes grupos:
·
Hipoacúsicos:
sujetos cuya audición es deficiente, pero de unas características tales que con
prótesis o sin ellas, es aprovechable para la vida diaria y posibilita la
adquisición del lenguaje oral por vía auditiva, aunque sea un lenguaje en el
que se observen deficiencias de articulación, léxico y estructuración, mayores
o menores en función del grado de hipoacusia.
·
Sordos:
aquellos sujetos cuya audición no es aprovechable para la vida diaria y por
tanto no posibilita la adquisición del lenguaje oral por vía auditiva, aunque
sí puede hacerlo en mayor o menor grado por vía visual. Básicamente un niño es
considerado sordo profundo si su pérdida auditiva es tan grande que incluso con
una buena amplificación, la visión se convierte en el principal canal para la
comunicación.
Por otro lado, hay que señalar que la población sorda, al igual que pasa
con los oyentes, es muy heterogénea, y para diferenciarlos, según Sánchez
Hípola en 2001, hay que tener en cuenta distintos factores por su mayor o menor
incidencia en el desarrollo cognitivo, lingüístico y social.
-
Grado de pérdida auditiva:
Audición normal, def. Leve, def. Media, def. Severa y def. Profunda.
-
Edad de comienzo:
Sordos postlocutivos (a los que la sordera les sobreviene después de haber
adquirido el lenguaje oral) y sordos prelocutivos (antes de adquirir el
lenguaje oral).
-
Etiología:
Causas hereditarias o causas exógenas.
-
Localización de la lesión:
Sorderas conductuales o de transmisión, neurosensorial o perceptiva, central y
mixta.
Así, tendremos que tener en cuenta todas estas variables a la hora de
planificar nuestra intervención educativa, ya que por ejemplo con un alumno
prelocutivo nuestro programa deberá de centrarse en la adquisición del lenguaje
oral y en un alumno postlocutivo la intervención se basará en la lectura, como
instrumento para enriquecer su propio lenguaje, con especial repercusión a las
repercusiones socioafectivas de la sordera.
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